domingo, 21 de marzo de 2010

¿Adios al Euro? entrevista a Pedro Montes en el viejo topo 2008

¿Adios al euro? Entrevista a Pedro Montes por Miguel Riera


La pertenencia al euro ha empezado a pasar la factura esperada, si bien más rápida e intensamente de lo que los más pesimistas vaticinaron

Pedro Montes/El Viejo Topo


www.kaosenlared.net/noticia/adios-euro-entrevista-pedro-montes-miguel-riera

Economista del Servicio de Estudios del Banco de España hasta hace poco, Pedro Montes es autor, entre otros libros, de La historia inacabada del euro. Desde hace años, Montes ha venido llamando la atención sobre el elevado déficit exterior español, el corsé del euro y el inevitable advenimiento de la catástrofe. El tiempo le ha dado la razón.



‑Tú has dicho que vamos a tener que escoger entre la catástrofe y el caos. ¿Qué quieres decir exactamente?



‑Hace unos meses, el premio Nobel de Economía, Paul Krugman, cuyo conocimiento de la economía española debe ser limitado, manejando algunos datos básicos ‑el déficit exterior y la tasa de paro fundamentalmente‑ e insertándolos en su esquema teórico, llegó a la conclusión de que nuestra situación era insostenible. Sobre el papel no veía más que dos soluciones. Una, que consideraba realista, Nevar a cabo un ajuste interno drástico y prolongado de precios y salarios, para ganar competitividad, que yo juzgaba como una catástrofe, dado el nivel desolador del paro. Y otra, impensable para Krugman, pero casi inevitable para mí, que sería desligarse del euro y, con un nueva moneda devaluada, intentar recuperar competitividad. Como no se me escapan los problemas de todo tipo que una salida del euro implica, a eso le llamé la alternativa del caos. Por supuesto, estoy dispuesto a calificar a ésta de catástrofe y a la del ajuste de caos, pero con este juego de palabras y utilizando la autoridad de Krugman sólo trato de expresar lo tenebrosa que veo la situación de la economía española. Con un matiz además en estos tiempos de zozobra, desconcierto del Gobierno, agitación mediática, histeria de los mercados y comparaciones odiosas con Grecia, Portugal o Italia: el caos y la catástrofe no es un dilema teórico para optar, sino que en cualquier momento se puede desencadenar un proceso financiero convulsivo, vamos, me refiero a un crash, con consecuencias incontrolables donde no quepa hablar de elección. Las grandes crisis tienen esos peligros.



‑¿Qué rasgos o cifras fundamentales te llevan a calificar nuestra situación económica de tenebrosa?



‑Para mí, el fondo de los problemas tiene que ver con el creciente y descontrolado déficit de la balanza de pagos, el llamado déficit por cuenta corriente, que se ha ido acumulando desde la creación del curo. Aquí reside la particularidad de mi análisis, tan distinto a las opiniones mayoritarias. Como era fácil de pronosticar, la economía española no estaba en condiciones de soportar la competencia de economías más potentes con un tipo de ‑cambio inamovible. Si a ello se une la euforia y el desquiciamiento económico general que ha tenido lugar, entre otras razones porque se pensaba que con el euro no había que preocuparse del déficit exterior ‑algo milagros( se había inventado‑ y la financiación externa llegaba sin lími te, el país se fue endeudando a un ritmo enloquecido, con la instituciones financieras como principal canalizador de lo fondos exteriores hacia los agentes económicos internos, entre ellos, y lo resalto, los promotores y especuladores inmobiliz rios. La posición exterior deudora bruta de la economía española ha pasado de 0,8 billones de euros en el año 2000, a 2, billones en el tercer trimestre de 2009.



‑ ¿Tres veces más?



‑Sí, se ha multiplicado por 3 en nueve años ‑una aportación española a la crisis internacional‑, colocando al país en una situación muy delicada, con enorme dependencia de la financiación exterior y por lo mismo en extremo vulnerable -PIB, para manejarse con facilidad entre estas cifras, fue poco más de un 1 billón de euros en el 2009‑. Y añado para calibrar bien la magnitud de la deuda externa, en el 2000 no había crisis financiera internacional, y ahora sí, con todos los mercados enrarecidos, los canales de financiación obturados y la solvencia del país sometida a sospechas de todo tipo por un déficit público insólito, un sistema crediticio gangrenado y un grado de endeudamiento general pavoroso. Con esto creo que está dicho casi todo, pero si se quiere oscurecer el cuadro, compleméntese con la evolución del paro por la recesión, el estallido de la burbuja inmobiliaria y la precariedad del empleo creado en el pasado, de lo que surge una situación económica y social, y política por supuesto, tan inmanejable e incontrolable como peligrosa. Sin entrar en detalles, casi cinco millones de parados, sin perspectiva, son muchos parados.



Contradiciendo a Krugman sostienes que la salida del euro será inevitable.



‑Sí. En general hay una opinión de que no hay vuelta atrás en la cuestión del euro, que es irreversible, cuando no hay nada irreversible en la historia. Desde que se aprobó el Tratado de Maastricht al principio de los noventa para crear la moneda única y durante los once años de vida de ella la economía española ha vivido con un corsé de acero. Primero para cumplir las condiciones de Maastricht y luego para no perder competitividad El euro ha sido una coartada perfecta para imponer políticas regresivas en todos los terrenos: salarios en retroceso, desigualdades crecientes, contrarreformas laborales, fiscales y de la seguridad social, degradación de los servicios públicos. A pesar de ello, fíjate en qué circunstancias nos encontrarnos, lo que significa que, de seguir en el euro, los ajustes y contrarreformas ‑el Gobierno a pesar de sus promesas ya se ha puesto manos a la obra­-deberán continuar y proseguir sin limitación en el tiempo, como sostiene en última instancia Krugman y los que apoyan su opción. Con el agravante de que el déficit exterior, a pesar del hundimiento económico y la galopante marcha



del paro, sigue abierto. En 2009 se ha reducido a la mitad, pero todavía representa la respetable cifra del 5% del PIB, que hay que financiar, incrementando el endeudamiento exterior. Creo que todo esto demuestra que la economía española no puede sobrevivir en el euro, que está condenada inexorablemente a romper con la moneda única.



‑Buena parte de los economistas siguen diciendo que el euro es nuestra tabla de salvación….



‑¡Tantos ilusos creyeron, y los testimonios son abrumadores, que con el euro se evitaban las crisis, cuando con su implanta­ción el huevo de la serpiente se ha estado incubando durante los años pasados! Por lo demás, no es razonable que un país viva estrangulado por el compromiso de mantener un tipo de cambio fijo con el resto de las monedas vinculadas al euro. Al contrario, lo razonable es que un país disponga de todos los resortes necesarios para conducir su economía de acuerdo con las necesidades propias. Sin perjuicio de que se mantenga una política cuidadosa en lo que respecta al equilibrio del sector exterior, éste no debe condicionar rígidamente la política económica. Lo esencial es resolver los problemas económicos y sociales del país, lo secundario cuidar las relaciones económicas con el exterior. Con el euro, lo secundario se ha convertido en lo esencial, y así nos va.



‑Entonces, aparte de inevitable, quieres decir que salir del euro sería conveniente.



‑Ante la complejidad de la situación, los problemas que habrá que afrontar, incluso las convulsiones que se darán con la salida del euro, me parece excesiva la palabra conveniente. No obstante, si quieres, la puedes mantener. Hay que hacer una travesía del desierto, y llegando a la otra orilla es preferible encontrarse con recursos e instrumentos para normalizar la vida del país. Y entre ellos una moneda propia es un tesoro, como tener un banco central propio para llevar a cabo la política monetaria que se considere más adecuada, o como disponer de medios para imponer un cierto proteccionismo, o como recurrir a cierto control de los movimientos de capital. La diferencia fundamental entre la parálisis e impotencia del Gobierno español para afrontar la situación tras la crisis financiera y la de Obama es que Estados Unidos dispone del dólar y posee una fábrica para imprimirlos, con lo cual, en un momento dado, dándole a la máquina, puede impedir la bancarrota interior y luchar contra la recesión.



‑Hay quien dice que los que piensan que hay que salir del euro lo hacen por pura ideología...



‑Desde luego, no puedo negar que mi preferencia por salir del euro tiene un componente ideológico. Una política de izquierdas, por moderada que sea, no puede realizarse con el dogal del euro, sino que hace falta que el Estado disponga de medios y flexibilidad y que si surge un desequilibrio exterior pueda corregirse por otros caminos que no sean el ajuste crudo y duro y que no acabe siendo una restricción absoluta. Con el euro se puso un broche de oro al modelo neoliberal extremo que representa la Europa del mercado y la moneda únicos, que encierra algo de siniestro y explica el interés de la burguesía por culminar Maastrich: las luchas por mejorar salarios y condiciones de vida y laborales son nefastas porque tienen la consecuencia contraproducente de hundir la economía y crear paro. El euro fue un torpedo debajo de la línea de flotación de la izquierda, que nunca debió respaldarlo: un error histórico que ahora hay que pagar.



-Una hipotética salida del euro ¿cómo se llevaría a cabo? ¿Cómo afectaría al ciudadano de a pie?



‑La complejidad técnica e institucional ‑el Banco de España, por ejemplo, tendría que recuperar sus antiguas funciones de emisión de moneda‑ de salirse del euro está fuera de toda duda, así como las perturbaciones que se ocasionaría a empresas, multinacionales etc. Pero si se instaló el euro, y la experiencia está reciente, la desinstalación con sus innegables problemas es posible. Sobre las consecuencias sobre el ciudadano de a pie hay que considerar dos fases o dos etapas simultáneas del proceso. La primera sería la conversión a pesetas de todos los saldos en euros al tipo de cambio de 166,386. Nadie perdería nada con ello, sería una simple multiplicación: todas las transacciones



económicas se llevarían a cabo con la nueva unidad de cuenta, la recuperada peseta, sin más incidencias. En una economía cerrada, sin relaciones económicas con el exterior, igual da medir los precios en euros, en pesetas o en paquetes de tabaco o conchas de mar. Pero claro, vivimos en un mundo de economías abiertas, por lo que una vez hecha la conversión, las autoridades monetarias tendrían que definir cuál es o cómo se fija el nuevo tipo de cambio de la peseta con respecto al euro, y a través de él con todas las demás divisas. Para los intercambios económicos y financieros con el exterior, el que necesite euros tendría que pagarlos al nuevo tipo de cambio: bien el fijado por las autoridades, o bien el que determine el mercado si se opta por esta alternativa. Más caros, digamos como ejemplo a 200 pesetas el euro, como corresponde a una moneda que debe devaluarse Como en las antiguas devaluaciones, el país que la acomete, degrada su relación de intercambio con el resto del mundo, por los mismos bienes importados tiene que entregar más bienes exportados, y las importaciones se encarecen con repercusión general en los precios. El país se empobrece, pero esa es la vía tradicional para cerrar el déficit exterior y recuperar competitividad en los mercados: encarecer importaciones y abaratar las exportaciones. ¿Sabes cómo se salió de la recesión del principio de los noventa y se empezó a diluir un paro que Regó a una tasa del 25%? Por la recuperación de las exportaciones tras varias devaluaciones de la peseta en medio de la crisis del Sistema Monetario Europeo, lo cual lamentablemente no dejó ninguna enseñanza, pues luego se avanzó hacia el euro como si no hubiera pasado nada. Parecería pues que salir del euro no es tan grave, después de todo hace once años el euro no existía. La conmoción económica empieza por la enorme deuda contraída en euros en el pasado. Todos los deudores verían incrementada su deuda en términos de la peseta devaluada, que es con la que actúa e intervienen en el mercado interior. Como hablamos de cifras desorbitadas de deuda y la devaluación no podrá ser pequeña, los peligros de bancarrota particular o general son enormes, con las consecuencias económicas que cabe imaginar, por eso lo del caos o la catástrofe. Aquellos que tengan activos en euros en el exterior se beneficiarían de la reimplantación de la peseta, pues cuando reingresen sus capitales valdrán más pesetas. De ahí, los movimientos especulativos de capital que parecen estar teniendo lugar ya. La caída estridente de la Bolsa no puede ser ajena a estos movimientos, En fin, por rebajar el tono trascendente, diré que para el ciudadano de a pie se acaba la ventaja de viajar por Europa sin procurarse previamente moneda extranjera, pero si tiene mucha suerte es posible que el café deje de costar un euro y pico y vuelva a los veinte duros de antes. La aparente sencillez de la pregunta no puede ocultar la dificultad de responderla. Añado en mi descarga que doctores tiene la iglesia.



‑Bien, supongamos que no nos echan y que nadie asume el coste político de salir del euro. ¿Cómo salimos de esta?



Cuando digo que la salida del euro será inexorable quiero expresar que en algún momento la situación será tan insostenible que irse del euro será obvio, como un paso natural e indiscutible. Se creará un clima de opinión interno y externo que no dejará otra opción. No me imagino a las autoridades o poderes europeos decretando la expulsión de nuestro país del euro, pero al mismo tiempo la presión internacional mediática, de los mercados, de dirigentes opinando, será insoportable. Del mismo modo, en el interior del país llegará un momento en el que el tema esté tan a la orden del día en los debates económicos y políticos que el gobierno de turno, y con ello no pretendo decir que será después de las próximas elecciones, no tendrá más que hacer realidad lo inevitable. Por supuesto el Gobierno que lo decida cargará con el estigma del fracaso de habernos sacado de del euro, pagará por ello algún precio electoral, pero esto es trivial en comparación con los problemas reales que existen. La crisis no tiene solución en el superficial terreno electoral, sino que su desenlace planteará cuestiones básicas del sistema y dependerá en grado sumo del desarrollo de la lucha de clases, con lo que no digo nada original.



‑Demos por hecho que salimos del euro. Pero seguiremos en un mundo globalizado, con libertad de fuga de capitales, con el tratado de Lisboa en marcha, con nuestra economía hecha unos zorros en busca de ese "nuevo modelo productivo" que nadie sabe muy bien lo que es, con el tejido industrial deshecho, con la construcción paralizada para mucho tiempo. ¿Es suficiente con salir del euro para conseguir una recuperación relativamente rápida?



‑No, de ningún modo. No creo que se desprenda de mis palabras que salir del euro nos ponga en condiciones de salir de la crisis o evitamos, o aliviar, las muchas dificultades que quedan por pasar. Sólo he dicho que teniendo en cuenta el terremoto que se nos viene encima, cuando empiece la reconstrucción será mejor no estar en el euro. Y digo terremoto porque realmente no sé lo que puede pasar: está anunciado, pero no se conoce su intensidad, ni el lugar del epicentro ni la resistencia de los edificios y las infraestructuras que deben soportarlo, en este caso la real situación financiera del sistema crediticio, ni el aguante del sector público, ni la solvencia económica de las empresas, ni el girado de desolación de las familias. Además, no se trata de un fenómeno físico, sino de una realidad social que está profundamente perturbada ya, donde las fuerzas políticas y sindicales, las clases sociales, la sociedad con toda su complejidad actuará e intervendrá, creando un escenario tan variado, agitado e inestable que no alcanzo a ver el desarrollo de la obra. A esto se le llama crisis, y por más que se estudie, su desenlace no se columbra. Si añadimos además las incógnitas de la crisis financiera internacional no resuelta, la crisis probable de la Unión Europea y otras que suscita un mundo en convulsión, con el capitalismo sumido en su crisis histórica más grave, hacer pronósticos se me presenta como una tarea inabordable y por ello mismo una frivolidad. No quiero decir, claro, que cada uno no tenga sus tareas ni que hayan desaparecido los objetivos por los que luchar.



‑¿Coge esta crisis a trasmano a la izquierda?



‑Desde el momento en que la izquierda ha sido la perdedora del ciclo determinado por tres décadas de neoliberalismo y el hundimiento del llamado "socialismo real", todo le ocurre a trasmano, que es lo mismo que decir que no se encuentra en buena posición. El tiempo político actual me parece excepcional. El capitalismo está atravesado por una crisis global que supera ampliamente los límites de la economía, y cuando parecía llegado su momento de la revancha, las fuerzas de la izquierda antisistema están muy debilitadas ideológica y organizativamente, siendo incapaces de ofrecer una alternativa creíble a las masas. Estos rasgos se reproducen con particular crudeza en el caso de nuestro país, donde la crisis está golpeando con insólita gravedad y la debilidad de la izquierda es manifiesta cualquiera que sea el criterio para medir su fuerza. Como indicativos, baste quizás citar la "paz social" y el peso mínimo electoral a la izquierda del PSOE. A este partido, sin sectarismo alguno, no se le puede considerar de izquierda en cuestiones socioeconómicas. IU es lo que es, poquita cosa. Los sindicatos mayoritarios hace tiempo que desertaron de sus tareas históricas y ahora son juguetes rotos en manos del sistema. Un día casi están a punto de convocar la huelga general, y al día siguiente, literalmente, dialogan dóciles con la patronal y el PSOE. Han equivocado tanto su estrategia que el PP está en puertas y la fuerza sindical casi en ruinas. Las fuerzas antisistema y más combativas andan disgregadas, tratando esforzadamente por ganar peso, pero con resultados muy limitados. En estas circunstancias, el combate político que se avecina coge a trasmano sin discusión a la izquierda.



‑Así, desde una perspectiva de izquierda, ¿no hay nada que hacer?



‑No hay que engañarse ni un momento. Ni confundir deseos con la realidad. Pero es verdad también que no hay que confundir la estática con la dinámica. La crisis viene tan severa, provocará tantos estragos, que surgirán por doquier luchas sociales, numerosas y muy duras ‑ya las hay‑‑‑. Muchos sectores sociales y núcleos de trabajadores no tendrán nada que perder. En esas condiciones, que nadie dé el futuro por perdido. La atmósfera está muy cargada y las tormentas estallan con facilidad. Exigencias que hoy parecen demandas sin viabilidad, objetivos que permanecían en los archivos del movimiento obrero pueden cobrar actualidad, no por una radicalización ideológica repentina, que también, sino por la necesidad, la desesperanza y la imposibilidad de que se acometan reformas moderadas ineludibles. A lo mejor incluso la gente empieza a desear el socialismo



El Viejo Topo, marzo 2010





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La pertenencia al euro ha empezado a pasar la factura esperada, si bien más rápida e intensamente de lo que los más pesimistas vaticinaron En el marco de la unidad monetaria, el problema del déficit exterior de la economía española no tiene solución. Antes al contrario, en el marco de la unidad monetaria la economía española está destinada a degradarse progresivamente, sin freno, hasta un punto en que la situación se haga realmente insostenible, como se ha dicho. Cabe recordar que la última recesión de la economía española, la de los años 92 y 93 (la tasa de paro en el bienio pasó del 17 al 24%) uno de cuyos ingredientes y motivos fue también un agudo déficit del sector exterior, tuvo remedio justamente a través de las sucesivas de devaluaciones de la peseta ocurridas entre 1992 y 1995 en el maremoto, el tsunami diríamos ahora, que sufrió el sistema monetario europeo en aquellos años. La peseta se depreció en un 20% con respecto a las monedas de los países desarrollados entre 1991 y 1995, según las cotizaciones medias en esos años, más aun con respecto a las monedas integradas en el euro, lo que permitió que las exportaciones se recuperaran intensamente y sirvieran de catalizador de la demanda y la actividad. Nada de ello es posible ahora: la cotización del euro frente a otras monedas no depende, o depende en grado mínimo, de las necesidades españolas, y nada es posible hacer vía tipo de cambio para mejorar la competitividad con los países de la zona euro. Por expresarlo de un modo más general: anclada en el euro, la crisis del sector exterior augura una crisis profunda de la economía española. La única solución posible vendrá de una dura y traumática ruptura con el modelo ultra neoliberal que se ha impuesto en las últimas décadas, con el respaldo de políticos sin un mínimo realismo ni visión histórica y la connivencia de la mayor parte de las fuerzas políticas de la izquierda y los principales sindicatos. Tiempo al tiempo.







Pedro Montes







El Viejo Topo 208,Julio de 2005

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